jueves, 22 de marzo de 2018

1945

Un sofocante día de agosto de 1945, los habitantes de un pueblo se preparan para la boda del hijo del funcionario del ayuntamiento. Mientras, dos judíos ortodoxos llegan a la estación de tren del pueblo con unas misteriosas cajas. El funcionario del ayuntamiento teme que sean herederos de los judíos que echaron del pueblo y espera que reclamen las propiedades que les fueron arrebatadas injustamente, propiedades que habían perdido durante la Segunda Guerra Mundial. Otros habitantes del pueblo tienen miedo a que vengan más supervivientes, amenazando así las propiedades y posesiones que ahora reclaman como suyas. Situa la accion en el 11 de agosto de 1945, los estadounidenses acaban de lanzar la bomba atómica sobre Nagasaki, la guerra en Europa ya ha terminado hace varios meses, pero las ruinas y restos carbonizados son todavía visibles. La ubicación, un pequeño pueblo húngaro sin nombre, situado en una ladera. Las tropas “liberadoras” rusas entran al país para reconducir la situación y preparar las primeras elecciones después de la guerra. A lo largo del film observamos la constante presencia de una patrulla rusa en un jeep recorriendo el pueblo sin rumbo fijo, lo que sugiere la próxima transferencia de poderes de un totalitarismo a otro. Al mismo tiempo, la llegada de dos misteriosos judíos ortodoxos a la estación de tren, portando dos maletas, se expandirá rápidamente creando fantasmas que recorrerán toda la aldea. Rumores, incertidumbres, temores brotan en toda la pequeña población. “No son de los nuestros”, dicen unos, Quienes son?, preguntan otros. “Todos se ven iguales, trajes negros, barbas, sombreros…”, dice un tercero. ¿Que portarán las maletas?, tal vez perfumes. ¿Con qué objetivo?. Quizás recuperar la droguería de Isztvan, el Secretario (Alcalde) del pueblo. Son familiares y herederos legítimos de las propiedades de los judíos locales huidos o asesinados o son conocidos o allegados que compraron las casas y tiendas, y ahora exigen la devolución.
La película 1945 está realizada de una manera tan sutil y pensada. Los que se acercan a los principios universales de la ley y la moral cristiana o los que actúan con sus propios códigos de conducta basados en la codicia. Sin embargo, de una forma u otra, todos los habitantes del pueblo están implicados y tienen parte de culpa. El antisemitismo como si de un veneno se tratara, recorrió Europa durante muchos siglos antes de Hitler. Y, quizás lo más trágico, fue la poca resistencia que encontró en Europa central y oriental. La guerra, es una oportunidad perfecta para despertar los más bajos instintos de las personas, la especulación y los intereses oportunistas. La presencia de dos judíos con dos grandes baúles, de forma paradójica despierta el miedo en aquellos que un día se beneficiaron de su persecución. Lo que Ferenc Török intenta reflejar es la propia sensación de ansiedad creada por lo desconocido.  Mientras que para algunos países, la fecha de 1945 fue el año de la liberación nazi y el final del fascismo, para otros estados de Europa del Este simplemente pasaron, de estar dominados por unos a por otros. Basada en el relato corto “Hazatérés” (Regreso a Casa, 2004) de Gábor T. Szántó examina un lado del Holocausto que rara vez se aborda en la ficción: el regreso de los supervivientes judíos a las regiones donde fueron exterminados en masa por los nazis. ¿Como se puede reclamar propiedades antiguas cuando las autoridades las confiscaron y redistribuyeron a nuevos propietarios que vivieron allí durante años?.
Ferenc Török dirige su cámara casi exclusivamente a los aldeanos, interesado en reflejar cómo se les desmorona su complacencia cuando se enfrentan a sus pecados del pasado, y en evocar el ambiente asfixiante y castigador del caos existencial que ahoga a la aldea. De 
Rodada en blanco y negro, 1945 es una película hipnótica, silenciosa y conmovedora. La fotografía de Elemer Ragalyi con sus poéticas e impactantes imágenes, como la toma final, de gran simbolismo, y preñada de múltiples significados que cada espectador interpretará de manera diferente. El director emplea constantes primeros planos íntimos y despiadados de la cara ancha y sudorosa de Isztvan (Péter Rudolf) como del resto de personajes del pueblo, mostrando casi al detalle la textura de la superficie de sus pieles, en contraposición con los planos más generales de los dos “invasores” judíos. Las cargas emocionales de los personajes se alinean de manera intangible en sus expresiones. El film avanza al mismo ritmo lento y constante con el que los hombres judíos continúan su marcha inexorable. Excelente fotografía, correcto diseño de producción y excelentes interpretaciones en su conjunto.

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