lunes, 30 de noviembre de 2015

Nadie quiere la noche

Isabel Coixet siempre deja helado. Mas por sus declaraciones políticas que por su cine. Se apoya en su ultimo filme, en aventuras de Robinson Crusoe, pero en la nieve. Ella es el protagonista y escenario al que Juliette Binoche debe librarse para rehacer, comprender y volver a amar su vida. La nieve, si si, la caída del cielo, libera, forcejea con el feminismo, rebaja las calorías emocionales y sube al mismo tiempo el deseo salvaje conservado largo tiempo en el corazón a punto de explotar. Una canción decía que ..."con tanta nieve salen mujeres en el mar...". Y aquí a pesar de las erupciones contenidas en un iglu, no llegamos a ver llama suficiente para calentarnos. Y eso es difícil en Coixet, conocedora d los resorte adecuados para ello. Una voz en off pretenciosa es el agua sobre el fuego que evidencia la tragedia. Binoche, con sus momentos de pasión arrebato habituales es la esposa del explorador Robert Peary, entestado como tantos en ser el primero en pisar el polo norte a principios de siglo. Un caso real en que la mujer. al estar tanto tiempo sola en casa, decide hacerse también su fama particular. Un esposo que el espectador vera menos que ella, osea nunca. El épico viaje emprendido acabara en el reducido espacio helado con el enfrentamiento entre una habitante del Park avenue y una Nuit tan adaptada al mundo esquimal que su salvajismo natural no destaca de entre los colores de la nieve. Supervivencia, celos, amor, y pasión, sentimientos que la japonesa Rinko Kikuchi defiende en el inhóspito paraje del Ártico. La sangre, no blanca precisamente de un oso objeto de cacería y que no es Gabriel Byrne, da el pistoletazo de salida del"biopic" sobre Josephine Peary.

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