viernes, 14 de agosto de 2015

el bailarin del desierto

Richard Raymond se atreve con la compleja realidad política del Irán pero por donde se cuela la publicidad del régimen que cae donde cae y siempre hace daño.. Para entendernos no es un Billy Elliot que defiende su libertad de triunfo en una modalidad artística sino que vienen en el pack un sinfín de discursos opresivos, y de cariz religiosos que no nos deberían llegar, llenos de tonterías ya como estamos. Mensaje en forma de baile de una pesadez ilimitada y sin ritmo. En Irán, donde la danza es ilegal, hay un hombre dispuesto a todo por su deseo de ser bailarín. Con internert como maestro, el joven crea un grupo clandestino de baile con sus compañeros de Universidad. A medida que sus habilidades crecen, organizarán una actuación secreta en medio del desierto. En la lucha por sus derechos y libertades, deberán luchar contra la represión de su país hasta el punto de poner en peligro su propia vida para cumplir sus sueños. El cortometrajista Richard Raymond debuta en la dirección de un largometraje con, una cinta que nos lleva hasta el Irán de 2009, marcado por las protestas contra el régimen del país. En este contexto, el director nos cuenta la historia real, cuyo sueño por convertirse en bailarín y coreógrafo le llevó a crear una compañía clandestina de danza en su país y a exiliarse cinco años a París para evitar ser ejecutado por ello. Raymond  recurre a jóvenes y experimentados actores, como Reece Ritchie (Hércules (2014)) y Freida Pinto (Immortals), que se convierten en la pareja protagonista. Les acompañan los televisivos Tom Cullen (Downton Abbey) y Nazanin Boniadi (Homeland), como sus compañeros en la compañía de danza.

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