lunes, 9 de junio de 2008

Uno de los dos no puede estar equivocado

Titulo maldito, estreno maldito como su director Pablo LLorca. Aquel que tenia por musa a Leonor Watling en Los jardines colgantes, La cicatriz, La espalda de Dios o Todas Hieren visualiza ahora una nueva ficción. Pablo Llorca es un genuino solitario del cine español, quizá por eso se le reconoce más fuera que aquí; a ver si rompe su involuntaria condición de marginal con esta película con bonito título de bolero, una de las más ligeras y accesibles que ha filmado. De hecho, su estilo sorprende por su relativa transparencia como si fuera un cómic, si bien el despojamiento y la libertad de su forma de narrar revela una inequívoca impronta modernista, fruto de los ajustados presupuestos que maneja.
Ésta es una pieza que cabe calificar de meta-ficción: cuenta una historia pero al mismo tiempo alude sin cesar a resortes narrativos, los que pone en marcha ella misma y los que mueven todo relato. Un paciente de un asilo mental que escribe en las paredes por falta de papel, recibe la visita del diablo en persona, que no es otro que Luis Miguel Cintra, nada menos, el inefable cómplice de Manoel De Oliveira. Las historias que le cuenta son mejores que las fantasías del recluso sobre eróticas diablesas y ajustes de cuentas con sus guardianes. En particular, la historia de amor que vivió con una mortal y zoológica Mónica López,- no confundir con la del tiempo-, y en la que se pone en escena tanto el libre albedrío como la tentación de la ubicuidad.
Al final la historia es triste, intensa y hermosa como una canción en la de nada sirve saber más por viejo que por diablo y está contada con tal originalidad que el espectador la sigue con el mismo interés que el recluso que luego podrá escribirla, según comenta en su crónica otro magnifico, Antonio Weinrichter.

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